23 julio 2014

MEDITACIÓN PARA OBTENER LA ILUMINACIÓN



Para entrar aún más profundamente en el cuerpo, practica la siguiente meditación. Diez o quince minutos son suficientes. 

ASEGÚRATE DE QUE NO HAYA DISTRACCIONES EXTERNAS, como teléfonos o personas, que puedan interrumpirte.
Siéntate en una silla, pero sin apoyarte en el respaldo. Mantén la columna erguida. Eso te ayudará a estar alerta.
Como alternativa, elige tu posición favorita de meditación. Mantén el cuerpo relajado.

Realiza unas cuantas respiraciones. Siente que respiras hacia el bajo vientre. Observa cómo se expande y se contrae ligeramente con cada inspiración y espiración. Cierra los ojos.

Después toma conciencia de todo el campo energético interno del cuerpo. No pienses en él; simplemente siéntelo. Al hacerlo, arrebatas conciencia a la mente.
Si te sirve de ayuda, usa la visualización de la «luz» (visualiza tu cuerpo lleno de luz).

Cuando sientas claramente el cuerpo interno como un campo unificado, abandona cualquier imagen visual y céntrate exclusivamente en la sensación.
Abandona también cualquier imagen que pueda quedarte del cuerpo físico. Lo único que te quedará es una sensación omniincluyente de presencia o «de Ser», y sentirás que el cuerpo interno no tiene límites.

A continuación ahonda con tu atención en esa sensación. Hazte uno con ella. Fúndete con el campo energético de modo que desaparezca la percepción de dualidad entre el observador y lo observado, entre tú y tu cuerpo.
Poco a poco se va disolviendo la distinción entre lo interno y lo externo, de modo que ya no queda cuerpo interno. Entrando profundamente en el cuerpo lo has trascendido.

Mantente en el reino del puro Ser el tiempo que te resulte cómodo; después vuelve a tomar conciencia del cuerpo físico, de tu respiración y de los sentidos físicos, y abre los ojos. Observa tu entorno durante unos minutos meditativamente —es decir, sin ponerle etiquetas mentales— y mientras tanto sigue sintiendo tu cuerpo interno.

Tener acceso al reino de lo informe es muy liberador. Te libera del vínculo con la forma y de la identificación con ella.
Lo llamamos lo "No Manifestado", la Fuente invisible de todas las cosas, el Ser dentro de todos los seres.
Es un reino de profunda quietud y paz, pero también de alegría e intensa vitalidad. 
Cuando estás presente, te haces en alguna medida a la luz, a la pura conciencia que emana de la Fuente. También te das cuenta de que la luz no está separada de quien eres, sino que constituye tu esencia misma.

Cuando tu conciencia se dirige hacia fuera, surgen la mente y el mundo. Cuando se dirige hacia dentro, alcanza su propia Fuente y regresa a casa, a lo No Manifestado.

Después, cuando vuelves al mundo manifestado, retomas la identidad en la forma a la que habías renunciado temporalmente. Tienes un nombre, un pasado, una situación de vida, un futuro. Pero ya no eres la misma persona que antes; un aspecto esencial ha cambiado porque has vislumbrado una realidad dentro de ti que «no es de este mundo», aunque tampoco está separada de él, del mismo modo que no está separada de ti.

Siente tu cuerpo interno mientras participas en tus actividades cotidianas, especialmente cuando te relacionas con otras personas o con la naturaleza. Siente la quietud en lo profundo de él. Mantén la puerta abierta.
Es muy posible ser consciente de lo No Manifestado a lo largo de la vida. Lo sientes como una profunda paz de fondo, una quietud que nunca te abandona, pase lo que pase fuera.
Así te conviertes en un puente entre lo No Manifestado y lo manifestado, entre Dios y el mundo.


Este es el estado de conexión con la Fuente, que llamamos iluminación.

La clave está en mantenerse permanentemente en un estado de conexión con tu cuerpo interno, sentirlo en todo momento. Esto profundizará y transformará tu vida rápidamente.
Cuanta más conciencia dirijas hacia el cuerpo interno, más elevada será su frecuencia vibratoria, de manera parecida a una luz que brilla más a medida que giras el interruptor progresivo y aumenta el flujo eléctrico.

En ese alto nivel energético la negatividad ya no puede afectarte, y tenderás a atraer nuevas circunstancias que reflejen esa frecuencia elevada.

Si mantienes la atención en el cuerpo siempre que te sea posible, estarás anclado en el ahora. No te perderás en el mundo externo ni en la mente. Los pensamientos y las emociones, los miedos y los deseos, pueden seguir presentes en alguna medida, pero ya no se adueñarán de ti.

No entregues toda tu atención a la mente y al mundo externo. Mantén parte de la atención dentro de ti, siente tu cuerpo interno siempre que puedas. Mantente arraigado en tu interior. A continuación observa cómo eso cambia tu estado de conciencia y la cualidad de tus acciones.

Eckhart Tolle